Al final del túnel está la luz

Alguna vez se han preguntado, ¿qué hicieron de bueno para ser tan felices?

Yo he tenido muchas trabas - como todos, supongo - pero me ha bastado con levantar la mirada y ver a los que amo a mi alrededor... listos para darme la mano y guiarme por el camino correcto, poniéndome el hombro para llorar, darme bofetadas si fuese necesario, pero siempre allí... como esperando.

Hace unos días estaba con una depresión de las que te tumban a la cama y te quitan las ganas de hacer cualquier cosa. Sin embargo, bastó con una conversación para arreglar las cosas con aquella especial persona, apagar mi celular durante la noche para poder descansar como hace mucho no lo hacía y, por supuesto, una escapadita de fin de semana para hacer lo que más me gusta y con quienes más me divierto.

Es cuando me detengo a reflexionar cuando me doy cuenta de este tipo de cosas, cuando me siento tranquila y despreocupada... cuando el cuello no duele y tengo la mente despejada... cuando abro los ojos y veo cosas a las que nunca presto atención, hago silencio y escucho la brisa del viento, los pasos del abuelo buscando algo en la cocina, mi hermana viendo televisión en su cuarto y mis papás platicando en su cama. Aquellos detalles a los que nunca presto atención, los que doy por sentado y veo como cotidianos son los más relajantes que puedo tener. Llegar al final del día y darme cuenta de que hice todo lo que me propuse, que podré recostarme en mi cama, cerrar los ojos y caer dormida hasta mañana.

El recuerdo de un buen fin de semana que no pasé entre libros o documentos legales, la alegría de que algo muy grande está cerca... y la emoción de que otro sueño emprenderá vuelo en unos días... Me siento bien, después de mucho, soy feliz.